Anoche no pude dormir. Me entretenía con crueldad la letra soñada de una aventura que no fue. Vueltas y saltos de tiempo son a menudo desaconsejables para el alma, ese abismo incomprensible desde donde la agonía vocifera su maldición:
Es ésta mi maldición:
Hubo un tiempo como el de anoche, en el que te (entre)tuve, de tu vos (entre)tejí una red de sonidos e imágenes con forma de palabra.. Hoy con el tiempo al revés, sé que no te supe, mis palabras y mis alardes no te supieron (con)formar..
Hace poco, te fuiste, porque no era cómodo quedarse por mí. Hace nada, volví a leerte, para confesarme a mí mismo que nunca aprendí a despenalizar tu crimen. Sólo entiendo que me mataste el deseo de soñarte, de acostumbrarme a aletargar mis sueños y en madrugada de insomnios, desenrollarlos para vos.
Y hoy ya es tarde de nuevo, de viejo. Siento la tormenta en los dedos, porque ya no llueve en mis recuerdos, están secándose entre fracasos y llamaradas de pena, pues ya no puedo escribir. O si lo hago, es apenas un chispazo en la noche eterna del alma, donde ya no alcanza el olvido para volver a dormir.
Y sé que hoy tampoco dormiré. Y aún sin entender muy bien lo que me espera tras tanta fatiga de gloria efímera, entiendo acaso que si no mañana, alguna vez volveré a ser yo, mi yo inconsistente y mediocre, o quién sabe: Alguien peor. Porque los triunfos no son gratuitos. Siempre el universo reclama una usura inevitable, impagable, abismal. Y éste que me ha convocado es un agujero muy grande, desde donde se ve la nada en la oscuridad.
Creo que ya nunca he de dormir. Vuelvo a mi abismo, del que prefiero no salir. Y me están escaseando los argumentos.
Si al menos dejara de caer..
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