domingo, 13 de diciembre de 2009

No Argumentos


(homenaje debido desde aquel tormentoso octubre 13)



Hoy de nuevo me quedo sin palabras: Pienso en este amigo de miseria que hoy me dejó para esperarme en otro lugar, en el paraíso personal que nos promete el gran Alejandro, y allá estarás Homero Six, latigueando en tu cola, hocicando el aire unánime, esperando paciente por el momento en que nos volvamos a encontrar, todos juntos y para siempre final..
Y sé que desde ahora y hasta el final, me estará protegiendo desde su cielo canino, de todos los fantasmas infernales que pretendan azotar mi alma dormida.
homero, homero six.. ya es hora de dormir.. vamos perro diondo.. Dormí tranquilo..
Chau, Homer.. Pórtate bien.
Te voy a extrañar.

domingo, 23 de agosto de 2009

Argumento cinco

Uno de estos días te escuché en una canción. Ella y vos me hablaban entre notas y confesiones, me cantaban esa letra que desde antes de todo, de nada, yo intenté desentonar. Y entendí que vos como la música son pasajes sin entorno, sin continente, no necesitan de espacio para agredirme, ni tiempo para aprender a olvidar.. Y luego de esperar por aquello que supuse verdadero, me cansé de repetirme en coro, de desvanecerme en un solo, de esperar en vano la merecida ovación.
Desde entonces ya no te pude volver a componer.
Uno de aquellos días te advertí en una amenaza. Ella y vos me reclamaban toda atención. Como un símbolo de lo inabarcable, me encontré ante tu nada, toda hecha de ausencia, de nada y gracias por todo. Ahora debo irme, ahora debo volver a no ser.. Y no volví a reconocer el peligro de la caída. El precipicio me halló injuriando en vacío, colgado de tu nombre, como esos ecos que se pierden bajo los pies, hundiéndose sin remedio, descendiendo.. Sin caída final.
Desde entonces, ya no te quise volver a rescatar.
Uno de otros días te descubrí en una película. Ella y vos me contaron aquello que yo siempre quise escribir, esto que hoy pretendo salvar. Me enseñaron que para argumentar nuestra historia era preciso revolver en el caos, desatender el presente y retornar sobre el recuerdo defectuoso, aquel que se encapricha en confesarme que todo lo que pasó tuvo su efecto, que todo lo que vivimos estuvo de alguna manera alentada por el bienestar de alguno impreciso, para provecho de alguno de—más. Y yo comprendí que para salvarte, para no dejarte morir en mí, tenía que aprender a despedirme desde antes, acaso desde la primera vez en que te dije adiós.
Desde entonces ya no hago más que regresar.
Ahora.. ¿Por qué insisto con esto?
Acaso porque cualquiera de algún día el inventarte será mi único argumento. El único factible para volverte a frecuentar.
Hasta entonces..

lunes, 13 de julio de 2009

Argumento cuatro

Anoche no pude dormir. Me entretenía con crueldad la letra soñada de una aventura que no fue. Vueltas y saltos de tiempo son a menudo desaconsejables para el alma, ese abismo incomprensible desde donde la agonía vocifera su maldición:
Es ésta mi maldición:
Hubo un tiempo como el de anoche, en el que te (entre)tuve, de tu vos (entre)tejí una red de sonidos e imágenes con forma de palabra.. Hoy con el tiempo al revés, sé que no te supe, mis palabras y mis alardes no te supieron (con)formar..
Hace poco, te fuiste, porque no era cómodo quedarse por mí. Hace nada, volví a leerte, para confesarme a mí mismo que nunca aprendí a despenalizar tu crimen. Sólo entiendo que me mataste el deseo de soñarte, de acostumbrarme a aletargar mis sueños y en madrugada de insomnios, desenrollarlos para vos.
Y hoy ya es tarde de nuevo, de viejo. Siento la tormenta en los dedos, porque ya no llueve en mis recuerdos, están secándose entre fracasos y llamaradas de pena, pues ya no puedo escribir. O si lo hago, es apenas un chispazo en la noche eterna del alma, donde ya no alcanza el olvido para volver a dormir.
Y sé que hoy tampoco dormiré. Y aún sin entender muy bien lo que me espera tras tanta fatiga de gloria efímera, entiendo acaso que si no mañana, alguna vez volveré a ser yo, mi yo inconsistente y mediocre, o quién sabe: Alguien peor. Porque los triunfos no son gratuitos. Siempre el universo reclama una usura inevitable, impagable, abismal. Y éste que me ha convocado es un agujero muy grande, desde donde se ve la nada en la oscuridad.
Creo que ya nunca he de dormir. Vuelvo a mi abismo, del que prefiero no salir. Y me están escaseando los argumentos.
Si al menos dejara de caer..

viernes, 6 de febrero de 2009

Argumento tres

En un tiempo consideré la posibilidad del desprendimiento: Caer sin vacíos, con pesos de alma en los zapatos y la mirada gris abarcando los cinco horizontes. Sólo de esa manera, intuía, podría alcanzar mi yo. Era afortunado entonces en la caída, en la esperanza del bajo fondo, en la materia amortiguada y la muerte sobrevolando como una salvación: ¿Acaso como carne y sangre el hombre puede aspirar a otra solución? Y de pronto, la pregunta es la que ocupa el lugar al que siempre llegamos tarde: Acaso hemos de aprender del silencio, de la filosofía de la piedra: «Nadie responda, pues responder es darle más poder al interrogante».
Por eso hoy que aún sigo cayendo, me precipito en silencio, acuciado por una resignación indudable: Yo no tengo salida, cada día es una entrada que abre su oferta de aniquilación, pero no la acepto. La transformo en símbolo, y me adjudico estas palabras de mensaje, de botella a medio desperdiciar: Si el mundo manipula un truco que nos comprende, he ahí una señal.. Si ha de perjudicarnos, tal vez llegue, siquiera, a otro simple obstáculo más.
Pero sabré cómo eludirlo.

viernes, 16 de enero de 2009

Argumento dos

Yo estuve en la selva oscura, eran mis guías el jaguar, el águila, la serpiente. El augurio de un descenso atroz era excesivo, pero proverbial. Alguien me dijo –acaso un artista, acaso un amor, alguien sugirió un retorno a la selva, uno más, a por un nuevo comienzo: Me animé: Porque la imposibilidad, me dijo alguien –acaso una publicidad, acaso un amor, es la palabra que mejor le cabe a los cobardes: Me reanimé. Y volví a mi montaña de selva oscura, a un nuevo comienzo, y cuántos van, cuántos van ya. Y aunque haya entrado solo, sólo debo hacerlo. Porque alguien me dijo –acaso un dios rechazado, acaso una voz en papel, alguien me alentó a escribir con sangre, a no ser un pensador de ocasión.
Y ahora cuando los relojes regresivos cuentan sobre un principio de final, alguien –acaso yo mismo, acaso un amor, alguien proclama la batalla desde la derrota, la ascensión desde la caída, la vida desde la oscuridad.
Porque alguien me dijo –acaso una historia, acaso mi amor, ella me dijo que antes de mí nunca había visto nevar. Y que si aún persisto en la memoria, es porque la tormenta no sabe ya cómo (hacerme) cesar.
Y entonces y luego y ahora yo, con mis manos afiladas y mi sangre boca arriba, ahora vuelvo a buscar la belleza en el frío, en la ausencia, en las visiones imposibles del mundo, siquiera del mío –acaso para enseñarte sus altos y bajos, en el lenguaje que nunca supe controlar, éste que me mata cada noche, éste que cada día me reclama como inmortal.